Desde muy joven, encontré y aprendí que lo más valioso que podemos tener, es nuestra confiabilidad, no hay más nada. La confianza que que otros depositan en nosotros tiene un valor incalculable y nada lo puede reemplazar. Justo eso fue lo que hicieron María Emilia y Humberto Bruno, "Los Chicos", mis suegros. Confiaron en un perfecto extraño que tuvo la única habilidad de presentarse así nomás en un día de sus vidas. Con palabras de aliento, carió y mucha, pero mucha confianza, aceptaron que fuera yo, parte de su bonita familia, y no solamente me recibieron con los brazos abiertos, además estuvieron todos los días vigilantes y listos por si algo se ofrecía.

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Una mujer muy crativa, determinante, con valores y cualidad muy bien definidas, ordenada y recta en su actuar, firme, de una pieza, justa y ejemplo de vida para sus hijas, y lo que más grande tenía, era us corazón. Su mejor ejemplo de vida para mí, fue su resolución para enfrentar cualquier problema.

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"El Profe", Abuelo o Beto, como yo me atrevía a llamarle. Un hombre bueno y amigo, trabajador incansable, cuidadoso de lo importante, alegre y listo siempre para echar una risa para aliviar semejantes, Desprendido y fiel hombre en su caa, amoroso con sus hijas y entregado al 100% a sus nietas y nietos. Nunca un suegro, siempre un amigo con el que platiqué horas y horas y viví muchas experiencias extraordinarias. Nunca olvidaré todas sus oraciones que hizo en pro de mi bienestar. Su mejor enseñanza para mí, era su pasión por su trabajo, que hasta que su salud lo permitió, lo hizo disfrutándolo minuto a minuto.

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Nuestra sala de juntas lleva el nombre de "Sala Mazatlán" en su honor, pero mejor aún, en señal de mi gran agradecimiento a ellos por haber depsitado su confianza en mi, lo cuál fue determinante para poder formar lo que hoy somos.